viernes, 9 de enero de 2015

Europa: el demonio por quitar

“Yo he conocido cantores/que era un gusto el escuchar;/mas no quieren opinar/y se divierten cantando;/pero yo canto opinando,/que es mi modo de cantar”  (Martín Fierro)

        Ni repudio, ni aprobación. No debemos ser hipócritas; vivimos sumidos en una espiral de violencia que repercute diariamente sobre nuestras vidas y nos enajena. Toda falta de respeto es una causa potencial de reacción irreflexiva que muchas veces encuentra justificación en la problemática de la violación de los derechos que en unos pueden ser sagrados, mientras que en otros sencillamente llaman a la indiferencia. Ya de por sí, que si los derechos de unos representan la sacralidad de una idea, dogma o creencia, en virtud de ninguna libertad de expresión los otros, es decir, los indiferentes, pueden siquiera violar desde el sarcasmo lo que representa para muchos o pocos la inviolabilidad de lo sagrado. Claro está que la movilización de la falsía democrática del Occidente moderno ha pervertido la noción de valor tendiendo a respetar solamente lo generado desde su escala embrutecedora que no reconoce lo sagrado más que para vapulearlo, barbarizarlo y hacerlo objeto de incesantes ataques denigradores. Pero sí, libertad de expresión a la orden del día, siempre y cuando se censuren las formas tradicionales del barbarismo, para eso es que somos tan liberales los occidentales, no respetando más que lo que creemos o que nos hemos forjado desde la ilusión más mediocre. Lo demás lo subsumimos a las formas vejatorias del terrorismo, el fundamentalismo y las radicalizaciones religiosas... Eso sí, nos halaga y complace que nuestras mujeres sean o parezcan prostitutas, que nuestros vicios sean legales, que nuestros hijos no superen la incultura de la virtualidad, que nuestros hombres se afeminen tras la imagen de la felicidad sensual y desconozcan la virtud del honor, que nuestros periódicos vomiten infamias corruptoras para la conciencia, que nuestro consumismo nos esclavice y sea nuestro dios, que nuestros deseos nos tiranicen y que seamos el burro de carga para nuestros egos... Eso hemos logrado, civilización occidental. Claro, lo demás, lo que no transige con nuestra cosmovisión anómala, es bárbaro, retrógrado, elemental... Para ser más libres debemos entonces pisotear lo que los ignorantes bárbaros consideran sagrado: es la suma de nuestro placer ególatra, lo que nos convierte en amos de nuestra propia tiranía y justifica este sistema lascivo que hemos creado... Pero olvidamos que quien juega con fuego en el mayor de los casos se suele quemar. También olvidamos que si el fuego nos quema no es porque sea inherentemente malo, sino porque está en su naturaleza el purificar lo malo que hay en nosotros mismos, y que eso malo que hay en nosotros mismos es justamente olvidar: olvidar que los demás, que "el otro", tiene derechos que deben ser respetados y que no pueden, y no deben, ser violados en nombre de ninguna libertad, ya que la auténtica libertad se consigue a través del respeto y la igualdad. Si el otro es "bárbaro" jamás podremos hablar de igual a igual, porque siempre encontraremos algo que criticar o ironizar o reprobar, y aquí termina tu libertad al querer yo ampliar la mía: vista opaca del más burdo egocentrismo; en eso hemos ganado, civilización occidental que te quemas y no te queda más que arder hasta que te consumas en el propio fuego que tú misma has generado con tus mentiras, tus falacias, tu irreverente falta de respeto, tu violación de los derechos de los demás... Y te crees libre cuando no eres más que prisionera de tus infatuas ambiciones, que son leche que das de beber a tus vástagos, portaestandartes de tu mentida libertad. Y sí, siempre te ha sido fácil y provechoso endilgar el mal a los bárbaros, es un hecho histórico que no admite discusión. Pero también siempre han sido los bárbaros a quienes tú les has faltado el respeto, los que te han hecho temblar y caer. Luego las quejas y los lamentos. No te quejes, no te lamentes, que siempre has sido el lobo de ti misma. Tan sólo te queda arrepentirte sobre la sangre de tus mártires de causas perdidas, caídos por la barbarie que vienes alimentando desde hace siglos tras tu ciego afán de libertad. Si quieres exorcizar no busques al árabe, al chino, al afgano o al coreano...busca en ti misma el demonio por quitar: allí encontrarás la solución, mentida civilización occidental. Lo demás es puro cuento.